Historias de CFCA
01 de julio, 2013
En la cima de una montaña guatemalteca se extiende
Chichicastenango, una comunidad indígena conocida por sus días de mercado. Los
turistas acuden al colorido mercado de la ciudad, donde se encuentra de todo,
desde animales vivos, y artesanía; hasta frutas y verduras frescas.
Las calles de piedra frente a la iglesia local se suman a lo
representativo del pueblo. Sin embargo, el viajar por el camino estrecho que se
curva alrededor de las montañas a Chichicastenango, puede convertirse en un
viaje abrumador.
Pedro, segundo a la derecha, con su esposa Juana, tercera a la derecha,
y sus hijos con el atuendo tradicional del pueblo K'iche'.
Es dentro de esta comunidad que Pedro, padre de dos niños
apadrinados de CFCA, se para frente a su modesta casa de adobe. Lleva la ropa
exclusiva de los K'iche', un grupo indígena maya que conforma gran parte de
Chichicastenango.
Pedro es un hombre pacífico, un hombre de fe. Su fe le ha
llevado a través de muchas de las pruebas de la vida, pero además, también le
ha ayudado a encontrar la alegría, igual que la primera vez que vislumbró a
Juana, su esposa de 22 años, y madre de sus seis hijos.
"Vi a esta mujer, mientras estaba en la iglesia",
dijo Pedro. "Ella era hermosa, y entonces dije, 'Señor, que esta sea para
mí'".
Su oración fue escuchada cuando por primera vez se hicieron
amigos, seguido de dos años de noviazgo antes de casarse.
La oración le llega fácilmente a Pedro. Fe y espiritualidad
definen al K'iche' como pueblo, dijo Pedro.
Muchos en el pueblo K'iche' en particular de esta comunidad,
tienen raíces cristianas. Incorporan sus propios rituales culturales Mayas en
su práctica de religión. Muchos utilizan diferentes elementos como flores, que
son regalos para el Señor, y velas de diferentes colores durante la oración.
"Lo más importante para el pueblo K'iche' es
Dios", dijo Tomás Ventura, uno de los líderes de la comunidad K'iche'.
"Nosotros, el pueblo K'iche', tenemos dos valores fundamentales: el amor y
el respeto. Nuestros ancianos nos han enseñado que todos somos hijos de Dios,
no tenemos diferencias entre nosotros como seres humanos".
Pedro frente a su domicilio en Chichicastenango, Guatemala.
Antes de que sus hijos fueran apadrinados por CFCA, Pedro
nos comentó que él y su familia estaban en una situación oscura. Alimentar a
seis hijos era una lucha, y educar a todos ellos era financieramente imposible.
Su casa de dos habitaciones tenía paredes endebles hechas de cañas de maíz
secas.
"Mis hijos mayores iban a la escuela sin ningún
alimento en su estómago ni un centavo en su bolsillo", dijo Pedro.
"Me sentí derrotado".
Así, hace 10 años, Pedro entró en la oficina de CFCA cerca
de su comunidad en busca de ayuda. En tres meses, dos de sus hijos, su hijo
Ediberto y su hija Delsy, fueron apadrinados a través del programa Esperanza
para una Familia.
Ahora Pedro no se siente derrotado. Hoy tiene esperanza —
para su familia, para educar a sus hijos y para su futuro.
"El apadrinamiento me ha permitido soñar", dijo
Pedro. "Estoy orgulloso de que todos mis hijos están ahora en la escuela;
¡mis dos más grandes, se graduarán el próximo año como maestros! Alabo a Dios
por esto, porque él ha hecho esto posible".
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